miércoles, 10 de agosto de 2016

"La Casa" (2015) Paco Roca. Editorial Astiberri



Paco Roca perdió a su padre casi al mismo tiempo que fue padre. Quien haya vivido esta agridulce situación (como es mi caso) sabe que, como mínimo, te hace reflexionar sobre el ciclo de la vida. Una vez más Paco Roca ha volcado en este cómic sus vivencias personales y le ha servido, en cierto modo, de terapia. Ya lo hizo en su aclamado y siempre recomendable Arrugas (con el Alzheimer, enfermedad que vivió de cerca, como principal protagonista) y vuelve hacerlo con La Casa. El hecho de deshacerse de la casa que un padre deja a sus hijos ¿representa también deshacerse del pasado, de los recuerdos familiares y del recuerdo de su propio padre?

Esta es una de las muchas dudas que abordan los protagonistas de esta historia y el punto de partida de, quizás, la mejor obra de Paco Roca hasta le fecha.

La Casa es un cómic con muchas capas, en el que parece que no, pero se cuentan muchas cosas. Es también un homenaje a toda una generación que construyeron física y socialmente una sociedad diferente. Una generación que estaba obsesionada con eso de las segundas residencias, el sumun del éxito social, el abandono de la clase proletaria. En muchos casos compraban el terreno y ellos mismos se construían la casa (como pasa en esta historia), aprovechando los fines de semana o las vacaciones estivales. Toda una heroicidad para una generación que sufrió mucha escasez, cuya máxima prioridad era trabajar y formar una familia sin plantearse mucho más. Tampoco tenían tiempo que dedicar a asuntos banales.
Paco Roca consigue hilvanar una historia melancólica y entrañable, cuyo eje central es esa casa llena de recuerdos a la que el padre de los tres protagonistas dedicó tanto tiempo y esfuerzos.
Un año después de la muerte de su padre, los tres hijos se reúnen un fin de semana en la casa de campo para tomar una decisión definitiva. Sus vidas distan mucho de la de su progenitor: ellos no tienen tiempo que dedicar a una casa que les vio crecer pero que, actualmente, les da más problemas que satisfacciones.

Son muchos los temas que, de manera sutil y casi imperceptible, aborda Paco Roca a lo largo de las páginas del cómic. El autor juega con sus recuerdos e increíblemente los hace nuestros, aunque nunca hayamos tenido una segunda residencia (como es mi caso).
En ese fin de semana afloran situaciones pasadas a veces tristes, a veces dolorosas…también rencores, situaciones mal resueltas, silencios incómodos…pero también muchos momentos felices de la infancia, momentos especiales, comidas y cenas familiares bajo el porche de la casa, protagonista siempre de todas las vivencias.

Roca define los personajes a partir de los recuerdos que cada uno tiene de lo vivido en esa casa (genial el recurso de cambiar de tonalidades para representar los flash-backs en cada caso). También los define a través de unas viñetas elegantes, sutiles, llenas de matices y detalles que, poco a poco, nos van dibujando la personalidad de cada miembro de la familia.

Paco Roca crea una obra madura y personal, emparejada con Arrugas, en el que explora la eterna relación padre-hijo. Un cómic un tanto autobiográfico que no cae nunca en la sensiblería fácil y nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias, recordándonos que los objetos que nos rodean forman parte de nuestra historia y cuentan muchas cosas de nosotros.

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