Paco Roca perdió a su padre casi al mismo tiempo que fue
padre. Quien haya vivido esta agridulce situación (como es mi caso) sabe que, como
mínimo, te hace reflexionar sobre el ciclo de la vida. Una vez más Paco Roca ha volcado en este cómic sus vivencias
personales y le ha servido, en cierto modo, de terapia. Ya lo hizo en su aclamado
y siempre recomendable Arrugas (con el
Alzheimer, enfermedad que vivió de
cerca, como principal protagonista) y vuelve hacerlo con La Casa. El hecho de deshacerse de la casa que un padre deja a sus
hijos ¿representa también deshacerse del pasado, de los recuerdos familiares y
del recuerdo de su propio padre?
Esta es una de
las muchas dudas que abordan los protagonistas de esta historia y el punto de
partida de, quizás, la mejor obra de Paco
Roca hasta le fecha.
La Casa es un cómic con muchas capas, en el que parece que no, pero se cuentan
muchas cosas. Es también un homenaje a toda una generación que
construyeron física y socialmente una sociedad diferente. Una generación que
estaba obsesionada con eso de las segundas
residencias, el sumun del éxito social, el abandono de la clase proletaria. En muchos casos compraban el terreno y ellos mismos se construían
la casa (como pasa en esta historia), aprovechando los fines de semana o las
vacaciones estivales. Toda una heroicidad para una generación que sufrió mucha
escasez, cuya máxima prioridad era trabajar y formar una familia sin plantearse
mucho más. Tampoco tenían tiempo que dedicar a asuntos banales.
Paco Roca consigue hilvanar una historia melancólica y
entrañable, cuyo eje central es esa casa llena de recuerdos a la que el padre
de los tres protagonistas dedicó tanto tiempo y esfuerzos.
Un año después de
la muerte de su padre, los tres hijos se reúnen un fin de semana en la casa de
campo para tomar una decisión definitiva. Sus vidas distan mucho de la de su progenitor:
ellos no tienen tiempo que dedicar a una casa que les vio crecer pero que,
actualmente, les da más problemas que satisfacciones.
Son muchos los
temas que, de manera sutil y casi imperceptible, aborda Paco Roca a lo largo de las páginas del cómic. El autor juega con
sus recuerdos e increíblemente los hace nuestros, aunque nunca hayamos tenido
una segunda residencia (como es mi caso).
En ese fin de
semana afloran situaciones pasadas a veces tristes, a veces dolorosas…también
rencores, situaciones mal resueltas, silencios incómodos…pero también muchos
momentos felices de la infancia, momentos especiales, comidas y cenas
familiares bajo el porche de la casa, protagonista siempre de todas las vivencias.
Roca define los personajes a partir de los recuerdos que cada uno tiene de lo
vivido en esa casa (genial el recurso de cambiar de tonalidades para
representar los flash-backs en cada
caso). También los define a través de unas viñetas elegantes, sutiles, llenas de matices y detalles que, poco a poco, nos van dibujando la
personalidad de cada miembro de la familia.
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