Murderabilia - Álvaro Ortiz - Astiberri, 2014.

Descubrí a Álvaro Ortiz con su anterior obra, el excelente road-cómic Cenizas. Casi dos años después Astiberri ha publicado su siguiente obra Murderabilia.  Como si de una nueva película se tratase, no quise leer ninguna reseña de esta nueva obra para evitar posibles spoilers. Quería descubrir por mí mismo que se escondía tras ese inquietante título. La espera ha valido la pena.

En esta ocasión nos adentramos en un pueblo, de no se sabe bien bien que geografía. Recuerda, por momentos, a uno de esos pueblos de la América profunda tan bien retratados en las pelis de los hermanos Coen o de Jim Jarmush. Un pequeño pueblo rural repleto de rednecks y personajes secundarios de lo más peculiar. Es en este bizarro entorno rural donde un urbanita como el joven Malmö llegará, a través de los enigmáticos gatos de su difunto tío, intentando encontrar la inspiración perdida para escribir su libro.

Murderabilia es un término relativo a la colección de objetos relacionados con asesinatos, asesinos y otros delitos violentos. La muerte, como ya sucedía en Cenizas, es el punto de partida de este thriller lleno de misterio y suficientes incógnitas como para mantener en vilo al lector en todo momento.

Pero no sólo de muerte habla esta novela gráfica ya que el guión tiene diferentes capas y toca temas como la crisis creativa, el coleccionismo compulsivo, el sempiterno problema de los jóvenes desubicados que buscan qué hacer con sus vidas o el conflicto entre los valores del campo y los de la ciudad. 

Gracias a la utilización de la primera persona y a que Malmö se dirige en ocasiones directamente al lector para explicar sus vivencias, uno consigue de inmediato empatizar con este entrañable anti-héroe.

Ortiz combina a la perfección un ritmo narrativo ágil, y por momentos muy cinematográfico, con unos diseños de viñetas muy dinámicos que le dan mucho ritmo a la historia. Una vez empiezas es imposible despegarte de sus páginas. 

El dibujo, aparentemente sencillo y simpático, contrasta con un elaborado guión de cierto aire tétrico y con algunas dosis de humor negro. El autor intercala, a modo de interludios, referencias a algunos de los más famosos serial-killers.

Ortiz tenía muy alto el listón tras el anterior Cenizas pero, de nuevo, ha vuelto a sorprenderme con otra novela gráfica que te mantiene pegado desde la primera viñeta. Y lo mejor de todo es que Ortiz tiene aún muchas historias que contar y muchos dibujos en el tintero. Ya estoy esperando su próximo proyecto.