Zidrou es el nombre artístico de Benoît Drousie uno de los
guionistas más prestigiosos del actual comic europeo. Aunque aquí pasa
desapercibido Zidrou es una estrella en Francia, dónde la
cultura de los comics está bien extendida. Vende miles de ejemplares de L’Élève
Ducobu o Tamara, verdaderos iconos del comic juvenil
franco-belga.
Para La Mondaine ha contado con Jordi Lafebre a los lápices, con el que
ya ha colaborado en álbumes como el aclamado Lydie (Norma, 2011).
La Mondaine explica la historia de Aimé Louzeau, un oficial novato que llega a la brigada policial que combatía la prostitución en el Paris de
principios del siglo XX. Este punto de partida sirve de excusa para abrirnos
las puertas de un Paris en plena ocupación, donde muchas veces los límites
entre el bien y el mal, entre los corruptos y los honrados, se difuminan en un
mar de dudas y complejas vicisitudes.
El excelente guión de
Zidrou engancha desde la primera
página. De la mano de Aimé vamos
descubriendo los entresijos de una brigada policial que no es tan limpia como
parece. No les importa relacionarse con algunas de las encantadoras
prostitutas con tal de hacer más llevadera su jornada laboral.
Aimé es un niño atrapado en el cuerpo de hombre, un
personaje por el cual el lector enseguida siente cierta empatía. Poco a poco Aimé va evolucionando hasta darse de
bruces con el drama que le rodea, tanto fuera como dentro de casa. La
historia está llena de personajes muy bien definidos como la coqueta Valentine o Eeva, una enigmática prostituta que despierta el lado más animal de
Aimé.
En La
Mondaine es el brillante Jordi Lefebre el que se
encarga de dar vida a unos personajes muy bien dibujados (tanto en el plano
artístico como en el literario) y llenos de contradicciones, como la vida
misma.
Lafebre consigue transportarnos a aquel Paris de los años
40 con unas viñetas preciosistas y llenas de detalles, pero sin llegar en
ningún momento a ser abrumadoras. El ágil trazo de Lefebre resta dramatismo a una ciudad y a unos personajes muy
castigados tanto por sus problemas personales como por los derivados de la dura
guerra que asola Europa. El predominio de colores azules y ocres consiguen
darle un aire nostálgico a la historia.
El binomio Zidrou-Lefebre funciona magistralmente,
hay una química especial entre ellos, una magia evidente que se nota en cada una
de las páginas de La Mondaine. Una
pequeña obra maestra llena de héroes cuotidianos que capta a la perfección la
vida real en viñetas.
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