Aunque la música de los Black Crowes siempre me ha acompañado y he seguido
su trayectoria bastante de cerca, nunca tuve oportunidad de verles en directo.
Como parece ser que esta vez las rencillas entre los hermanos Robinson son irreparables, por lo menos me he sacado un
tanto la espina con la banda de Chris
Robinson. No deja de resultar un tanto irónico que haya incluido lo de brotherhood en el nombre de su banda, cuando
parece incapaz de volver a tocar junto a su propio hermano.
Si habeis seguido mínimamente la trayectoria de
los Crowes la orientación musical de la Chris Robinson Brotherhood es
del todo coherente. Los últimos discos de los cuervos ya dejaban entrever por
donde tiraría Chris Robinson con su nuevo proyecto, sobre todo en
directo.
Lo de CRB está mucho más cerca de bandas como The Band o Grateful Dead (de los que ayer noche se marcaron una genial versión de su West L.A. Fadeaway) que de algunas bandas de rock directo como Stones o Faces. Chris Robinson da rienda suelta a sus colegas en escena dejándose llevar por largas jams, ofreciéndonos un verdadero viaje a los días en que los hippies proclamaban aquello de amor, paz y camaradería. Según palabras del propio Chris: “CRB son una banda psicodélica, de la granja a la mesa”…vaya usted a saber.
Un escenario decorado con banderas de diferente índole y un humeante incensario
en forma de búho nos daban la bienvenida a lo que iba a ser una larga sesión de
buena música. Let the music do
the talking, que decían nuestros ínclitos Aerosmith...y
eso es precisamente lo que hicieron Robinson y sus colegas: dejar fluir la
música.
La animada versión del Takin' Care Of Business de los Bachman-Turner Overdrive abrió un concierto repleto de temas propios y ajenos, demostrando el variado y buen gusto musical de Robinson y compañía.
La banda tocó dos setslists, un total de 17 temas, con un descanso (un tanto excesivo) entre ambos. Más de 2 horas largas de southern-rock, rock’n’roll, blues, ramalazos funk... No creo que nadie saliese defraudado. Los temas propios, aderezados
con inspiradas improvisaciones, se fueron intercalando con versiones de diferentes grupos como la adictiva Shake, Rattle & Roll (popularizada por Bill Haley) o la maravillosa versión del Big River de Johnny Cash que cerró la noche. Las únicas concesiones que hicieron al amplio catálogo Crowes fue con Roll Old Jeremiah y con la funky I
Ain’t Hiding. No son precisamente los temas más conocidos de los Black Crowes pero sus muchos fans allí presentes (la mayoría, vaya)
los recibieron con los brazos bien abiertos.
Creo que pocos son los vínculos que Chris quiere tener actualmente con su
anterior banda.
Se nota que el grupo se lo pasa bien, dejándose llevar allí donde las notas
quieren. El hecho de que cada noche varíen su setlist ya demuestra que son una banda nada encorsetados y que disfrutan enormemente de la música. A Chris se le ve muy relajado, aunque poco
comunicativo con el público. A veces en un segundo plano, concentrado en la guitarra rítmica, delegando gran parte del protagonismo a
su solvente banda. Mención aparte merece
Neil Casal, un músico impecable que no sólo estuvo brillante a la
guitarra, sino que también arropó con sus coros la portentosa voz de Robinson. Neal
nos proporcionó más de un momento mágico junto a los omnipresentes teclados de Adam
MacDougall. Ambos nos deleitaron a lo
largo de la noche con extensas y nada tediosas improvisaciones llenas de feeling, como en la muy bien recibida Rosalee.
Es todo un lujo poder disfrutar de una banda así en un pequeño recinto, donde
se palpa la buena química que hay entre ellos.
A juzgar por
cómo disfruta Chris con su proyecto creo que
tardaremos mucho, mucho tiempo en ver a los hermanos Robinson juntos bajo el nombre de Black Crowes.
Mientras tanto disfrutaremos del viaje.
Crónica aparecida en su día en la revista Rock Popular1:
Una gozada.....en un sitio tan íntimo,imagino
ResponderEliminarun saludo