El movimiento grunge, como suele pasar con todo aquello que marca tendencias en el
mundo de la música, fue cocinado desde alguna oficina de la otrora
todopoderosa industria discográfica. Con el Nevermind de Nirvana, cómo
demoledor ariete, pusieron etiqueta a un movimiento musical nacido en Seattle que iba mucho más allá del citado
disco multi ventas. Y es que poco tenían que ver la vitalidad y fiereza de Louder Than Love de Soundgarden o la oscuridad del Dirt de Alice In Chains con Nevermind,
sin duda un disco mucho más accesible y agradable para el oyente medio que los
discos de Green River o Mudhoney.
Badmotorfinger, el tercer disco de Soundgarden,
es uno de los mejores discos del mal llamado género grunge y que poco tiene que ver con el movimiento que Kobain puso de moda.
Hacía tiempo que quería dedicarle unas
líneas, ya que es mi disco preferido de los de Seattle, pero nunca encontraba
el momento. La inesperada muerte de Chris
Cornell me ha empujado a hacerlo. Sirvan estas líneas de sentido homenaje a
la que fuese una de las voces más portentosas de los 90s y que me acompañó
durante toda mi adolescencia.
Recuerdo perfectamente el día en que
descubrí a Soundgarden. Era a
principios de los 90s, un domingo por la noche. Me preparaba para devorar una
nueva edición del mítico Headbangers
Ball de la MTV. En esa época la
antena parabólica y el video VHS eran dos de los aparatos más preciados que
había en casa de mis padres. Indispensables, vaya. Esa noche el programa se abría
con un videoclip que no había visto antes pero, por si acaso, le di al botón de
Rec. El adictivo riff me atrapó de
inmediato y, cuando entró la voz, me voló la cabeza. El cantante parecía
un hombre de las cavernas, con el torso desnudo y con una larga melena que le cubría
la cara, aullando como un animal en celo. Outshined
era el tema, Soundgarden era la banda.
El tema formaba parte de Badmotorfinger, el tercer disco de Soundgarden. Un disco perfecto que, solo por los cuatro primeros cortes iniciales, ya serían suficientes para
clasificarlo de imprescindible.
Rusty Cage, un acelerado tema que acaba con un fangoso tempo central digno de los Black Sabbath más clásicos, abre el disco de manera brillante. Años después, un crepuscular Johnny Cash, grabaría su particular versión del Rusty Cage en uno de sus míticos American Recordings. No es la única canción en la que se respira la eséncia de los riffs de Iommi: New Damage es otro buen ejemplo.
La exótica manera de tocar y entender
la guitarra de Kim Tahyil forman,
junto a la brillante voz de Cornell,
los sellos más identificativos del sonido Soundgarden.
El registro vocal de Cornell a lo
largo del todo el disco no parece humano. Cornell
se deja la garganta gritando, aullando, desgarrando en cada tema.
Matt Cameron a la batería (uno de los mejores músicos surgidos de esta escena) y el nuevo fichaje Ben Shepherd al bajo(que según
Cornell insufló frescura a la banda, ya que colaboró arduamente en las
tareas compositivas) formaban una unidad rítmica consistente y firme, capaces
de los tempos sincopados más increíbles.
Jesus Christ Pose es un buen ejemplo de esos imposibles ritmos
sincopados. En esta canción cargan contra todas aquellas rockstars a las que les encanta adoptar esa pose calculadísima de
mártires del rock. Curiosamente hubo gente
que se indignó por la canción y su video, percibiéndolos como anti-cristianos.
La banda recibió amenazas de muerte mientras estaba de gira por el Reino Unido presentando el álbum.
Con la hipnótica Mind Riot y Searching With My Good Eye Closed se adentran en campos más psicodélicos y oscuros, casi space rock, mientras que Face Pollution, Room A Thousand Years Wide (ese riff es puro heavy metal!!) y Drawning Files (con saxo incluido) son los temas más rabiosos del disco, con toques más heavies y cercanos al punk (influencia que no les era para nada ajena, sobretodo en sus primeros tiempos más underground).
Con la hipnótica Mind Riot y Searching With My Good Eye Closed se adentran en campos más psicodélicos y oscuros, casi space rock, mientras que Face Pollution, Room A Thousand Years Wide (ese riff es puro heavy metal!!) y Drawning Files (con saxo incluido) son los temas más rabiosos del disco, con toques más heavies y cercanos al punk (influencia que no les era para nada ajena, sobretodo en sus primeros tiempos más underground).
Somewhere tiene una gran melodía, anticipo del tipo de temas que nos encontraríamos posteriormente en Superunknown (1994), su disco más popular.
Badmotorfinger es un disco que, a lo largo de todos las canciones,
mantiene un alto nivel de intensidad. Una
intensidad que la banda fue perdiendo con posteriores discos, por no hablar de
la carrera en solitario de Chris Cornell.
Pero cuando a Cornell aún le quedaban
muy lejos las colaboraciones con tipos como Timbaland grabó junto a Soundgarden
unos discos en los que géneros como el hard
rock, el hardcore, el punk y la psicodelia se daban la mano canalizándose de manera inteligente y personal a
través del potencial de la banda.
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