Desde la potente foto de portada DeVille nos mira desafiante, con ese atisbo de condescendencia del que se sabe protagonista vencedor, curtido en mil batallas.
En Pistola nos vuele a contar esas duras historias de la calle, de desamor, de lucha, de supervivencia repletas de entrañables héroes cotidianos.
DeVille abre fuego con So So Real, un gran tema con aires al Dylan más eléctrico, en el que el protagonista reconoce que su música no puede dejar huella en el mundo, pero que no por ello dejará de hacerla. Toda una declaración de principios, vaya.
When I Get Home, al igual que I Remember The First Time, son temas melancólicamente bellos en los que DeVille pone toda su alma, con ese deje suyo tan apesadumbrado y romántico….porque DeVille es, quizás, el último gran romántico del rock.
Louise, una cover del cantautor americano Paul Siebel, suena a western crepuscular. No en vano DeVille buscaba para este disco un sonido cálido que, según sus propias palabras, “recordase a esas viejas películas del oeste”. Supongo que también por eso escogió el nombre de Pistola para dar título al álbum.
The Band Played On es todo un homenaje a esa New Orleans que él tanto amaba, elegantemente sazonado con aires cajún.
You Got The Whole World In Your Hands, junto a I'm Gonna Do Something The Devil Never Did son dos temas netamente blueseros en el que los espíritus de Muddy Waters y John Lee Hooker revolotean sin pudor alguno.
The Stars That Speak es un tema que podría resumir perfectamente toda la esencia y la personalidad de DeVille en forma de canción. Paseamos de su mano por un parque (en New York, Paris o Barcelona…qué más da!) descubriendo la creación de un artista de gran corazón, agrietado y roto una y otra vez.
Su característica voz desprende aquí, más que nunca, sabor a whisky mezclado con el humo de su eterno cigarrillo.
Pistola es, en definitiva, un disco maduro en el que DeVille juega con todo esos estilos musicales con los que siempre disfrutó y en el que explora nuevos caminos. Uno disco que requiere de varias escuchas para ir (re)descubriendo, poco a poco, todos sus ricos matices.
Así que abrid uno de esos vinos, envejecidos en barrica, y degustadlo mientras la aguja del tocadiscos navega entre los surcos del último viaje de este bucanero del rock.
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