Los discos
recopilatorios (horrible concepto, por cierto) nunca han sido de mi agrado y
creo que la mayoría de melómanos piensan igual. Pero si retrocedemos algunos
(muchos, demasiados) años atrás, cuando la idea de Internet no era más que un
relato de ciencia ficción, la verdad es que este tipo de artefactos eran muy,
pero que muy, útiles para poder acceder a la obra de artistas ya consagrados
y/o con una gran discografía. “Lo Mejor De Jimi
Hendrix” (mejor no comentar nada de semejante título) fue mi primera vez
con Hendrix…y ya sabéis que las
primeras veces siempre marcan.
Este
recopilatorio (uno de los muchos, muchísimos) que se podían encontrar del gran Jimi Hendrix, con una tipografía a
medio camino entre lo kitsch y lo hortera,
fue el primer disco que tuve de esta bestia de la guitarra. Luego lo completaría
con los discos oficiales, directos y algún que otro recopilatorio más completo
(imprescindible la caja de 4 CDs Jimi
Hendrix Experience, editada en el año 2000). Huelga decir que la elección
del mismo fue, definitivamente, por el bajo precio, sobre todo si se comparaba
con el resto de discografía oficial del de Seattle. No hay que olvidar que en
esos años mi economía no era precisamente abundante, así que el precio era
definitivo a la hora de decantarse por uno u otro disco.
El impacto que
tuvo este disco sobre mi yo pre-adolescente fue demoledor: me pasaba horas
pinchando el vinilo una y otra vez. Aquella guitarra (poseída por el mismísimo
diablo) sacaba fuego en cada nota, nunca antes había escuchado una guitarra
destilando tanto salvajismo y feeling
al mismo tiempo. El sonido, entre peligroso y sexual, de canciones como Purple Haze o Foxy Lady era altamente adictivo.
No hay riff más molón, ni ritmo más contagioso,
que el de Highway Chile…pero si de
temas vacilones hablamos el que se lleva la palma es Stone Free. Puro blues rock con
altas dosis de boogie.
Nunca antes (ni
después) un pedal Wha-Wha había sonado
tan bien como en Voodoo Chile, uno
de los mayores estandartes de Hendrix.
La psicodelia de Burning Of The Midnight
Lamp me hacía viajar a otros universos, mientras que la historia del
malogrado Joe, que Hendrix me susurraba en Hey Joe, me emocionaba de nuevo cada
vez que lo escuchaba, como si fuese esta la primera vez que lo hacía.
La locura de la
incendiaria Fire, la frenética
versión de Johnny B.Goode del
maestro Chuck Berry, la dulzura de los
acordes que Hendrix rasga en Little Wind... el veneno del blues rock más salvaje había entrado
definitivamente en mi cuerpo de la mano de los sonidos más indómitos extraídos hasta
la fecha de una Fender Stratocaster. No, no hay antídoto reversible…ni ganas.
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