Sin embargo, hace un tiempo sí me fijé en una: el Post Rock. Mis adorados Pelican y Russian Circles, MONO, Native Daughters, Tuber, Toundra, Godspeed You!, Black Emperor…son
miles las bandas que viven de esos sonidos envolventes y, en algunos, casos se
endurecen y estremecen con sonidos más Doom y pesados. Parte de ello se
lo debo a gente como Manuel J.Gonzalez
Florit, Carlos Martinez Peloto, Luis Guillamon o Stephen Fabes, a los que les con este post les agradezco su buen
gusto y recomendaciones.
La majestuosa intro de Epitah y Mortal Coil
sirvieron de entrada para lo que se iba ver durante toda la noche. God Is An Astronaut juegan a elevarte
en el momento justo para luego hacerte descender suavemente. Si te subes a su
viaje es muy difícil bajarte. The End Of The Beginning, de 2002, fue el
primer guiño al pasado de la banda, destacando la línea de bajo de Neils y el coqueteo electrónico de Torsten.
‘Frozen Twilight’ y ‘All Is Violent, All is
Bright’, con ese brillante final, continuaron y expandieron esa variedad de
matices: guitarras limpias y cristalinas, que de repente se vuelven violentas y
distorsionadas. Una gozada.
El cuarteto siguió moviéndose entre su último trabajo,
cuyas críticas han vuelto a alabarlos, con temas de grandes discos anteriores: Seance
Room o Medea combinaron perfectamente con momentos tan imprescindibles
como Fragile, la bellísima Forever
Lost, uno de mis temas favoritos de su discografía, o la ovacionada Suicide
By Star.
Helius Herebus, de su anterior álbum de 2015,
sirvió como telón a ese maravilloso fondo estrellado de algo más de hora y
media de atmósferas densas llenas de intensidad. Sonando más duros que en
estudio, God Is An Astronaut
ofrecieron un show redondo que incluso en los momentos más tranquilos bañaron
la calma de pura y bella violencia. Enormes.
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