La cosa ya empezó mal con una descafeinada versión del celebérrimo Come Together de The Beatles que sonó mal, muy mal. Ya tiene delito sonar mal en una sala como Apolo (no recuerdo un mal sonido en esa sala), pero es que encima Clark se mostraba molesto con su amplificador Fender. Al acabar el tema reclamó al sufrido roadie que le cambiase el amplificador mientras la banda tocaba el inicio de Ain’t Messin’ Around en bucle. Mientras le arreglaban el problema el tipo mostraba una actitud altiva y de divismo total, firmando discos con cierto tedio, cómo para matar el tiempo. Empezar así un concierto no augura nada bueno.
Con Travis County, un simplón Rock’n’Roll de manual que quedó resultón, tampoco se arregló en demasía ni el sonido ni la actuación que estaba resultando insulsa. Clark, como frontman, es poco comunicativo y, cómo guitarrista, muy justito. En general me estaba decepcionando sobremanera a la guitarra, una bonita Gibson SG roja que, eso si, junto al look retro de Clark, lucía de maravilla en las fotos que la gente subía a las redes sociales.
Con el blues clásico de Neighbor Next Door Blues la cosa ya sonó algo mejor y Gary se defendió con el slide. Con un sonido de blues añejo que, lejos de ser la gran esperanza del blues como dicen por ahí, sí es cierto que daba el pego. Pero cuanto el guitarra King Zapata entraba rompiendo la pana el concierto ganaba enteros. Y es que, sinceramente, creo que Clark haría mejor en dedicarse a las voces y dejase todo el protagonismo solista al desaprovechado Zapata. El resto de banda, con Johnny Radelat a la batería y Johnny Bradley al bajo, quedaron en un discreto segundo plano durante toda la actuación, sin destacar sobremanera.
La cosa se animó un poco con Don’t Owe You A Thang, aunque el sonido continuaba siendo deficiente y Clark continuaba sin convencerme con sus solos carentes de alma. Eso sí, Clark se lució al falsete con Cold Blooded y Our Love, dos buenos temas de Rhythm & Blues, que a ratos recuerdan al Prince más pop.
El concierto mejoró un poco a medida que avanzaba, cosa que no era demasiado difícil. Los dos últimos temas subieron un poco el nivel y el concierto no acabó tan mal, gracias a uno de sus mejores temas: Bright Lights.
Quizás esa noche fuese un excepción y Clark no tenía el día. Muchos, la mayoría de los asistentes por lo que pude escuchar, aseguraban que aquello fue una verdadera pasada, la reencarnación de Hendrix, puro Rock’n’Roll…o bien era un público muy agradecido o bien yo no entendí nada.
No sé, una mala noche la tiene cualquiera, pero a mí me pareció más un producto impostado que un músico sincero. Al fin y al cabo, la mía es solo una opinión más, pero
no creo que le vuelva a dar otra oportunidad, y menos a 30€ la entrada.
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